La Porciúncula (Santa María de los Ángeles) y El Perdón De Asís (Indulgencia de la Porciúncula)
Origen de la
Indulgencia Franciscana
Una día San Francisco oraba fervientemente en su pequeña cueva
del bosque. En
el silencio de la noche, imploraba a Dios todopoderoso que tuviese misericordia
de los pobres pecadores, recordando las palabras del Señor: "a menos que
hagan penitencia, todos perecerán".
Pensaba en su propia juventud, solo doce años antes había sido inquieto,
frívolo, ambicioso, mujeriego, y por último, soldado. Difícilmente le daba
algún momento de su atención a Dios.
De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la pequeña Iglesia, la Porciúncula. En
cuanto entró, como siempre, se arrodillo, inclinó su cabeza y dijo esta oración: "Te alabamos, Señor Jesucristo, en todas las iglesias del mundo
entero. Y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo." Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio una luz brillante
arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vio al Señor
con su Santísima Madre con muchos ángeles.
Con pleno gozo y profunda reverencia,
Francisco se postró en el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo: "Francisco pide lo que quieras para la salvación de los
hombres". Sobrecogido al escuchar estas palabras inesperadas y consumido por un
amor angelical por su misericordioso Salvador y por su
Santísima Madre, Francisco exclamo: "Aunque yo soy
un miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta
gracia a la humanidad: dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con
verdadera contrición y confiesen sus
pecados, el perdón completo e
indulgencias de todos sus pecados".
Viendo que el Señor se mantenía en silencio,
Francisco se dirigió con un confiado amor a María, refugio de los pecadores, y
le suplicó: "Te ruego, a Ti, Santísima Madre,
la abogada de la raza humana, que intercedas conmigo, por esta petición". Entonces Jesús miro a María, y
Francisco se alegró al ver a Ella sonreír a su Divino Hijo, como que si dijera: "por favor, concedele a Francisco lo que
te pide, ya que esa petición me hace feliz a mi". Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco: "Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y
pídele que apruebe esta indulgencia". La visión,
entonces, se desvaneció dejando a Francisco en el piso de la capilla, llorando
de alegría, con profundo amor y agradecimiento.
Temprano en la mañana, Francisco salio con el
Hermano Maseo, a la cercana ciudad de Perugia, donde un nuevo Papa había sido
electo, Honorio III. En el camino, Francisco empezó a preocuparse, ya que iba a
pedirle al Papa, un privilegio muy grande para una capilla desconocida. Ese
tipo de indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro y San Pablo y a los que participaban en las cruzadas. Entonces Francisco oró arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.
Cuando llegó el turno de hablar con el Papa, Francisco se dirigió con gran humildad: "Su santidad, unos años atrás reparé una pequeña Iglesia en honor a la Santísima Virgen. Le suplico le
conceda recibir indulgencias, pero sin tener que dar ninguna ofrenda" (Francisco pensaba en los pobres).
-El Papa replicó:"No es muy
razonable lo que pides, pues quien desea una indulgencia debe hacer un
sacrificio. Pero, bueno, ¿de cuantos años quieres que sea
esta indulgencia?-Francisco respondió: "Santo Padre, podría usted no darle años específicos, sino
almas? -¿Que significa eso de
almas, Francisco?
Ahora Francisco tuvo que elevar una
oración ferviente a Nuestra Señora, ya
que debía explicarle al Papa lo
que significaba su petición. Con mucha humildad pero con firmeza hizo su
extraordinaria petición, la que ha sido conocida como la indulgencia de la
Porciúncula.
-"Yo deseo, si le
parece a su Santidad, por las gracias que Dios concede en esa pequeña Iglesia,
que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido
sinceramente, confesado y habiendo recibido la
absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos
en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en
que entren en esa iglesia."
Impresionado por esta firme y sincera petición, el Papa exclamo:
"Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no es la costumbre de la
Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia"
Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la humanidad, podía
desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y vehemencia, y con una serenidad devastadora: "Reverendísimo Santo Padre, yo no le pido esto por mi
mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado, Nuestro Señor
Jesucristo".
En ese momento el Papa recordó que su gran
predecesor Inocencio III, estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba
de manera especial a este pequeño y santo poverelo. Movido, por el Espíritu Santo, el vicario de Cristo
solemnemente declaró tres veces: es mi deseo que se te
sea concedida tu petición. El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo: "nosotros te concedemos esta
indulgencia y debe ser válida perpetuamente,
pero solo en un día cada año, desde las
vísperas, a través de la noche, hasta las vísperas del siguiente día."Francisco escucho estas palabras en
su oración: "Francisco quiero que sepas
que esta indulgencia, que ha sido concedida a ti en la tierra, ha sido
confirmada en el cielo". Con gran gozo
compartió esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a
darle gracias a Nuestra Señora de los Ángeles en la Porciúncula.
Francisco sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer al Papa, se
levanto y comenzó a salir. Pero el Papa le llamo: "¿Adónde vas, tu pequeño
poverelo? No tienes garantía sobre esta indulgencia". Francisco se volvió hacia el y con su
simpática y confiada sonrisa le dijo: "Santo Padre su Palabra es
suficiente para mi, si esta es la obra de Dios es el que hará su obra
manifiesta. No necesito ningún otro documento. La Santísima Virgen María habrá
de ser la garantía, Cristo el notario, y los ángeles los
testigos." (recordando la visión)
Francisco escogió
Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa
capilla, y porque Agosto 1, era la fiesta de la liberación de San Pedro de las
cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de los
Angeles). En presencia de los
obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció
Francisco a la multitud la gran noticia: «Quiero mandaros a todos al paraíso
anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed,
pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en
esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados». Mas tarde los obispos
de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón
de la Porciúncula". La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se
convirtió en uno de los mas famosos santuarios de peregrinación de toda Europa. Mas tarde Gregorio XV hizo extensivo el jubileo de la
Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del mundo. En 1921, el Papa
Benedicto XV canceló la restricción de
manera que se pueda obtener indulgencias cualquier día. Según el decreto de la
Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae aedes»),
se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al
día. Cada año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís»
también llamado "Indulgencia de la Porciúncula"
Condiciones para obtener la indulgencia
El
Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos. Las
condiciones son las prescritas para las indulgencias plenarias.
1) Visita al Santuario con la recitación de un Padrenuestro y un Credo
2) Confesión sacramental y Santa Comunión
3) Rezar según las intenciones del Sumo Pontífice.
Paz y Bien